Dispositivos de ocupación territorial: colonialidad, distribución y concentración de la tierra.


Resumen
Antonio Gramsci se anticipó a la inversión del aforismo de Clausewitz desarrollado por Michel Foucault al analizar el carácter belicoso de la política. Al hacerlo, el autor italiano, advierte la lucha política como continuidad de las guerras coloniales, donde el fin estratégico es la destrucción, al menos potencial, del enemigo y la ocupación, aunque sea parcial, del territorio. En este marco se analizan las disposiciones que se ponen en juego en la ocupación del territorio en torno a esa matriz colonial; el papel que juega la distribución y la concentración de la tierra; el ordenamiento territorial de las ciudades y de la provincia en vectores de centro-periferia; el lugar de los pueblos ocupados y excluidos; la figura del malón que se desplaza de la periferia al centro y el papel del estado salvaguardando la impermeabilidad de los vectores de exclusión y la consiguiente construcción de un relato histórico que difumina la violencia contenida en esas distribuciones. 
Se rescatan algunas escenas actuales en las ciudades de Viedma y Bariloche, como dos extremos de la provincia donde se perciben estas configuraciones territoriales. En la zona cordillerana, además, se advierte un fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra en la llamada “zona de seguridad de frontera”. El trabajo también rescata algunas singularidades de los procesos colonizadores de principios de siglo XX en la provincia de Río Negro, en cuanto a la distribución y organización de la tierra.



Introducción
La presente ponencia intenta desplegar un conjunto de articulaciones conceptuales para analizar una posible relación existente entre la distribución del territorio y las conflictividades prevalecientes. Por consiguiente se parte de la hipótesis de que existe una matriz colonial en la distribución de la tierra que, además, pervive en los discursos liberales y en el discurso jurídico dominante.

Todo este conjunto discursivo, sumado a las formas y estrategias de distribución del territorio es lo que denomino “dispositivo de ocupación territorial”, siguiendo la noción foucaultiana de dispositivo y de espacio.

Uno de los objetivos de explicitar la matriz colonial de los dispositivos de ocupación territorial es poner en cuestión el fundamento de los “derechos adquiridos”, en cuanto a la ocupación de la tierra, develando su procedencia, no como de un derecho natural sino como resultado de una guerra de ocupación territorial. En este sentido es posible hacer confluir diversos autores, como Gramsci, Fanon, Foucault, que dan cuenta del carácter belicoso de las disposiciones geopolíticas.

Hablar en términos de dispositivos permite, por un lado, explorar el conjunto heterogéneo de elementos que los componen, su procedencia, su génesis; y, por otro, indagar en las mutaciones de estos a partir de las transformaciones en las funciones estratégicas de los dispositivos en cuestión.

En el caso de los dispositivos de ocupación territorial encontramos una singularidad fuerte que es, precisamente, su escasa capacidad de mutación en lo que es la distribución/configuración de los espacios una vez que estas disposiciones ya están establecidas. En forma figural se podría ejemplificar: no es lo mismo modificar un código de procedimientos legales, tarea difícil por cierto, que modificar una ciudad. Ya lo decía Descartes, es más fácil tirar abajo una vieja ciudad y volverla a construir antes que andar arreglándola.

En nuestras ciudades lo que permanece inmutable, fundamentalmente son los vectores de centro periferia con una circulación intencionalmente obstruida entre dichos vectores.  Por consiguiente tenemos una conflictividad que prevalece ¿puede no prevalecer la conflictividad? ¿Qué entendemos por conflictividad? En este punto se entiende por conflicto, al conflicto patológico, al conflicto que reincide, en términos freudeanos podríamos decir, a las irrupciones que marcan el “retorno de lo reprimido”. Algo que está ciertamente muy bien descripto en los Condenados de la Tierra de Fanon, cuando refiere a ese “Mundo en compartimientos”, donde las marcas de la violencia están presentes en las geografías, en los cuerpos, en los discursos, e incluso en el  discurso de la no-violencia, que tanto se asemeja a la violencia conservadora de nuestro discurso jurídico.

Antonio Gramsci se anticipó a la inversión del aforismo de Clausewitz desarrollado por Michel Foucault al analizar el carácter belicoso de la política. Al hacerlo, el autor italiano, advierte la lucha política como continuidad de las guerras coloniales, donde el fin estratégico es la destrucción, al menos potencial, del enemigo y la ocupación, aunque sea parcial, del territorio. En este marco sería interesante analizar las disposiciones que se ponen en juego en la ocupación del territorio en torno a esa matriz colonial; el papel que juega la distribución y la concentración de la tierra; el ordenamiento territorial de las ciudades y de la provincia en vectores de centro-periferia; el lugar de los pueblos ocupados y excluidos; la figura del malón que se desplaza de la periferia al centro y el papel del estado salvaguardando la impermeabilidad de los vectores de exclusión y la consiguiente construcción de un relato histórico (Foucault: 2008) que difumina la violencia contenida en esas distribuciones.

A continuación, a modo de introducirnos en la problemática de la ocupación territorial, se presentarán algunas micro-escenas actuales en las ciudades de Viedma y Bariloche, como dos extremos de la provincia donde se perciben estas configuraciones territoriales. En la zona cordillerana, además, se advierte un fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra en la llamada “zona de seguridad de frontera”, que aporta datos, no sólo de la procedencia, sino del horizonte de desenvolvimiento belicoso que tienen estos disposiciones de ocupación del territorio.

Micro-escenas de la ocupación territorial
Escena 1. Aparthei y castillos inflables para los pobres
Cuando la policía de Rio Negro asesinó a Diego Bonefoi, un joven en conflicto con la ley, perteneciente a una familia en conflicto con la ley y a unos monoblock en conflicto con la ley, el gobierno de la provincia de Río Negro dispuso el desplazamiento de 300 policías para asegurarse que “los negros” no bajen a la ciudad turística. “La policía es agredida y se defiende” dijo el ministro del gobierno rionegrino en un argumento calcado al ministro del Interior de Zarkozi, en un episodio similar en la banlieue de una ciudad francesa, donde la policía también asesina a los ciudadanos subalternos. El resultado fue momentáneamente contrario al que esperaban, los negros estallaron en el centro de la ciudad. La correpi había denunciado en el 2006 que en “la suiza argentina” funcionaba una suerte de Apartheid. Efectivamente, el derecho a la ciudad no es un derecho con el que cuentan los “ciudadanos de baja intensidad” (O’Donnell, Guillermo) de la periferia barilochense. Los casos de violencia se repitieron en los meses subsiguientes en el centro de la ciudad. Como si la “desterritorialización del indio” irrumpiera como el curso de un río que vuelve a su cauce natural dejando estragos en el camino. En los albores de la campaña electoral asistimos a un cuadro tragicómico de este apartheid. En un terruño desierto, un ministro montó una colonia de vacaciones para los niños del alto de Bariloche, con cuatro piletas “pelopincho” de lona. Cuando el ministro visitaba la colonia, y con él la prensa, se contrataban castillos inflables para adornar el lugar. La vianda era una manzana y a veces un pan sin aderezos. Indudablemente el gobierno pretendía pagar la deuda con el alto de Bariloche, pero en esa forma de pago estaba implícita la perpetuidad de la estrategia de exclusión. La exclusión siempre tiene un medio para deplazarse, un territorio que obra como su soporte material. Cuatro pelopinchos a veinte cuadras de uno de los lagos más imponentes de la Patagonia.
Bariloche 2010 - Colonia de vacaciones para los niños del Alto.

Escena 2. Tomas de tierra y especulación inmobiliaria
En tres años se construyó un lujoso barrio residencial en la entrada de la ciudad de Viedma, el mismo tiempo que tardaron en propagarse por los márgenes y las lejanías las consabidas “tomas de tierra” por parte de ciudadanos despojados de un derecho esquivo como el de tierra y vivienda. Algunas de las tomas de tierra en la ciudad de Viedma, como la fallida del barrio República del Santa Clara, ni siquiera son consumadas por familias indigentes o desocupadas, sino justamente por personas a las que su salario no permite, sin embargo, poder proyectar su propia vivienda. Esto se debe a la especulación inmobiliaria, cuyos antecedentes son más viejos que el estado argentino, que no sólo impacta en el precio de la propiedad, sino también en el de los alquileres. En la ciudad de Viedma el mercado de alquileres se regula en función de la oferta y demanda, pero el piso de la demanda lo pone el Estado, alquilando inmuebles a altos precios. Las tomas de tierra avanzan en toda la provincia, por lo general en lugares desiertos y alejados, salvo en Bariloche y el Bolsón, que tienen un déficit de aridez.

Escena 3. Concentración y extranjerización en la distribución del territorio
En el paraje el Manso, ubicado en el departamento de Bariloche, a unos cincuenta kilómetros de El Bolsón una familia de pobladores del lugar no tiene dinero para ponerle combustible a la motosierra, tampoco cuentan con ingresos fijos y la vida en la cordillera se hace por demás difícil. El único bien con el que cuentan, paradójicamente a su situación de ingresos, es la posesión de cuatro mil hectáreas donde sobreabundan recursos naturales, agua y bosque nativo. Entonces la solución a ese pasar relegado será vender la mitad de las hectáreas, es decir un campo de 2000 hectáreas que sólo un multimillonario podrá adquirir a un precio por hectárea que por lo general ningún rionegrino puede comprar siquiera un terreno. El primer comprador interesado fue “un vecino”-parafraseando al intendente de un municipio cercano-, el latifundista británico que ya tiene comprada la mitad de El Bolsón, que sin embargo no estuvo dispuesto a pagar los $11.400 por hectárea de bosque nativo, que le ofrecía esta familia de viejos pobladores. Esto es sólo un ejemplo ilustrativo de una tendencia que no tiene límites. En la zona cordillerana se venden de a grandes extensiones de tierra que en términos de una proyección a futuro es imposible ponerle precio. No tienen precio, son un patrimonio de los rionegrinos, de los argentinos y, sobre todo, de la humanidad… pero cuando la humanidad decida que hay que repartir nuevamente la torta, el testaferro de este multimillonario defenderá su porción si fuera necesario con “con el winchester y hasta con la sangre”.

El medio. Guerra y mundo en compartimientos
El punto que nos interesa es el horizonte de guerra que está presente en toda formación sociopolítica, y el punto que nos ocupa en esta ponencia es como en la misma configuración espacial y territorial está presente ese horizonte belicoso, de violencias, conflictos y enfrentamientos.

Foucault da algunas pistas para analizar la configuración espacial donde se despliegan las formaciones sociales, a través de aspectos singulares de la soberanía, la disciplina y los dispositivos de seguridad en relación al espacio. Sería infructuoso forzar un análisis a esos elementos, sin embargo resultan atractivos para un análisis inicial de la diagramación del espacio.

La soberanía, está relacionada a la configuración espacial que se da en virtud de garantizar la permanencia del poder soberano, y como tal se ejerce en los límites, al interior de un territorio. La eficacia política de la soberanía está ligada a una buena disposición espacial que viabilice la obediencia al soberano, frente a una intensificación circular de ideas, voluntades, órdenes y mercancías. Foucault plantea que la soberanía capitaliza un territorio, en el sentido de que se ocupa del problema de la sede del gobierno, de la capital y en torno a la cual se organizará el resto del territorio. Utiliza la metáfora arquitectónica del edificio, de Alexandre Le Maître, que cuenta con tres espacios diferenciados, donde cada una es pensado análogamente a una ubicación territorial, 1°) cimientos: los campesinos (en el campo); 2°) Las partes comunes, las partes del servicio: los artesanos (en las pequeñas ciudades); 3°) Las partes nobles: los funcionarios y artesanos del soberano y el soberano (en la capital). Este esquema rudimental plantea la organización primaria del territorio en función de garantizar el poder soberano, estableciendo la relación entre la capital –lugar central que debe ser, además, estética, simbólica, moral y económicamente ejemplificador- y el resto del territorio. La soberanía afecta a los individuos como un conjunto de sujetos de derecho al interior de un territorio, capaces de acciones voluntarias.

La disciplina arquitectura un territorio y se plantea el problema esencial de una distribución jerárquica. El espacio donde opera la disciplina es el cuerpo de los individuos. Afecta a los individuos como una multiplicidad de organismos, de cuerpos susceptibles de imposiciones y ubicaciones. “El individuo no es el dato primordial sobre el cual se ejerce la disciplina”, sólo “hay disciplina donde hay multiplicidad…” el objetivo de la disciplina surge a partir de esa multiplicidad, es por lo tanto un modo de individualización de las multiplicidades. La disciplina ejerce como la constitución de un espacio vacío y cerrado, sin relación con el resto del territorio, en cuyo interior se construyen multiplicidades artificiales según el triple principio de la jerarquización, la comunicación exacta de las relaciones de poder y los efectos funcionales específicos de esa distribución (espacio comercial, habitacional, etc.). “La buena forma es el soporte del ejercicio de la función”. Entre las funciones que debía cumplir la configuración de las ciudades estaba la de higiene, ventilación, comercio, y también la de permitir la vigilancia, ante la inseguridad derivada de las poblaciones flotantes, no previstas en la multiplicidad artificial y que nos lleva al análisis de la relación entre el espacio y los dispositivos de seguridad.

El espacio sobre el cual operan los dispositivos de seguridad es la población, “multiplicidad de individuos que están y existen profunda, esencial y biológicamente ligados a la materialidad dentro de la cual existen”. La seguridad acondiciona el medio a una serie de acontecimientos o de series de acontecimientos posibles. Remite a lo temporal, a lo aleatorio, una temporalidad y una aleatoriedad inscripta en un espacio dado. El espacio donde se despliegan esos elementos aleatorios es el medio, que remite a “lo necesario para explicar la distancia de un cuerpo sobre otro”, al “soporte y elemento de circulación de la acción”. La noción de medio pone en cuestión el problema de la circulación y la causalidad, apunta a la circulación de causas y efectos. “El medio es una cantidad de efectos masivos que afectan a quienes residen en él”.

Dentro de los problemas técnicos de la ciudad a los que responden los dispositivos de seguridad, Foucault ve como fundamental la irrupción de la naturalidad de la especie humana dentro de un medio artificial y dentro de la artificialidad política de una relación de poder. El problema de la natalidad, seguido por la escasez, la enfermedad, son fundamentales para una noción de medio histórico natural, como blanco de la intervención de poder, diferente a la noción jurídica de soberanía y del espacio disciplinario.

Pero en el caso particular que nos interesa, de la provincia de Río Negro, que bien se puede aplicar a todo el país, para pensar en un medio histórico natural será provechoso ver como se actualizan los efectos devenidos de las guerras coloniales y de ocupación del territorio.

Sí para Foucault la noción de función estratégica, o función principal es fundamental para entender la singularidad un dispositivo, entonces la forma, en este caso de distribución espacial, como soporte del ejercicio de la función, no tiene un lugar menor. De esta manera es interesante abordar las formas en que se distribución un territorio, y las distintas tensiones de fuerza que circulan en él. Para Foucault el medio es lo necesario para explicar la acción a distancia de un cuerpo sobre otro, se trata del soporte y elemento de circulación de una acción. “los dispositivos de seguridad trabajan, fabrican, organizan, acondicionan un medio aun antes de que la noción [de medio] se les ha constituido y aislado (…) el medio es una cantidad de efectos masivos que afectan a quienes residen en él. Es un elemento en cuyo interior se produce un cierre circular de los efectos y las causas, porque lo que es efecto de un lado se convertirá en causa del otro. El soberano sí quiere modificar la especie humana tendrá que actuar sobre el medio, aparece “un proyecto, una técnica política que se dirigía al medio”.

La noción de medio es importante en tanto es la configuración primaria de toda organización sociopolítica. Pero no sólo eso, si Foucault hace referencia a esta causalidad reciproca, o como diría Deleuze, causa inmanente, en tanto causa que se actualiza en su efecto, tenemos que las causas de la ocupación territorial son las que se actualizan con mayor lentitud. O dicho de otra forma, que las disposiciones de ocupación territorial tienen una escasa capacidad de mutación. De hecho mientras que en ciertos aspectos elementales los dispositivos de gobierno mutan hacia estrategias inclusivas, los dispositivos de ocupación y distribución territorial se mantienen en estrategias de exclusión.

Todo dispositivo de ocupación territorial se basa en un acto de exclusión en tanto está fundado, hablemos en términos de Gramsci, en una guerra colonial, donde el fin estratégico es la ocupación del territorio y la aniquilación potencial del enemigo, es decir de su capacidad de combatir. “La lucha política es enormemente más compleja; en cierto sentido, se puede comparar con las guerras coloniales o con las viejas guerras de conquista, es decir con las guerras en que el ejército victorioso, ocupa o se propone a ocupar establemente todo el territorio conquistado o una parte de éste. El ejército vencido es, entonces, desarmado y dispersado, pero la lucha continúa en el terreno político…”.

Esta configuración belicosa está presente en toda distribución territorial, sus fundamentos exclusivos tienen un componente de violencia presente y latente. Las ciudades divididas en vectores diferenciados son una herencia indudable de la matriz colonial. La colonia aparece como parte de un cálculo en la economía del poder, donde la aniquilación del pueblo invadido resulta en un imposible, entonces ésta deberá operar como un eslabón entre el pueblo invadido y el Estado invasor. Ese ideal de la colonia como eslabón está presente en Maquiavelo, previo al descubrimiento de América. En éste también implica la aniquilación parcial del otro, la intervención sobre el medio y la distribución estratégica del territorio.

Si de lecturas de la cuestión del medio y de la diagramación territorial se trata, podríamos incorporar la noción de mundo compartimentado de Frantz Fanon, presidido en su constitución por la violencia; mundo maniqueo donde el espacio del colonizado está limitado física y psíquicamente por el colono. “Dislocar el mundo colonial no significa que después de la abolición de las fronteras se arreglará la comunicación entre las zonas”. Las formas de sujeción prevalecen y la organización del territorio marca una territorialidad que excede la cuestión de la tierra y sus límites geográficos, desplegándose en el ordenamiento jurídico, en la represión policial institucional y manifestándose en las identidades sociales, atrapadas en el “territorio”.

Tal cual lo plantea Fanon en la obra citada, paradójicamente este “mundo en compartimentos”, en cuyo origen se despliega toda la violencia colonial, que luego deja de ser rentable, se sustenta en una “política de la inamovilidad” que se nutre del discurso de la “no-violencia”.

La descolonización es un claro ejemplo de nuestra hipótesis, puesto que se advierten mutaciones en el dispositivo de dominación política, pero las territorialidades permanecen, acaso ocultas. Dice Fanon: “El contexto colonial, hemos dicho, se caracteriza por la dicotomía que inflige al mundo. La descolonización unifica ese mundo, quitándole por una decisión radical su heterogeneidad, unificándolo sobre la base de la nación, a veces la raza” (Pág 40).

El problema de la concentración
Al plantear que los dispositivos de ocupación territorial tienen una escasa mutación en cuanto a la configuración de vectores de exclusión, eso explica que los mayores obstáculos en cuanto a las transformaciones políticas, en lo que respecta a la transformación de los digestos jurídicos normativos y de las acciones concretas, justamente se den en todo lo que respecta a las disposiciones que afectan a la distribución de la tierra.

Tal es así que el debate en torno al problema de la tierra en el último año se derivó hacia el problema de la extranjerización, en buena hora, dejando de lado el problema central que es el de la concentración de la tierra.

La concentración de la tierra engloba dos estrategias fundamentales de los dispositivos de ocupación territorial. Por un lado, configura las zonas que no pueden ser ocupadas y por otro lado eleva el valor general de la tierra al reducir la capacidad de oferta de la misma.

A nivel provincial la excusa para no modificar la legislación sobre la concentración, al menos poniendo impuestos a la concentración, se centra en que la Constitución Nacional confiere las atribuciones de regular el comercio interior al Congreso de la Nación.
El resultado de esta inmutabilidad en las estrategias de ocupación territorial tiene como contrapartida las “tomas de tierra” que son asimiladas como acciones ilegales y violentas que ponen en jaque los fundamentos de la vida comunitaria. Pero cuando una parte de la comunidad pone el grito en el cielo por la concentración de tierras, (una tierra que además no tiene precio, sobre todo en el caso de las tierras en zona cordillerana), la respuesta a ese grito reivindicativo es que con la concentración nada se puede hacer, que se tocan derechos constitucionales, derecho a la propiedad, al comercio, etc. Todos los peros históricos que hacen de cualquier reforma agraria un tema tabú que no puede ser profanado en pro de una auto interpelación por los problemas del ciudadano del futuro.
¿Existe algo que no se haya dicho en torno a la distribución de la tierra? La respuesta es que no, que todo se ha dicho sobre la tierra, que hace un manojo de siglos, de guerras, de campañas de colonización el problema de la tierra ha emergido sin grandes esfuerzos académicos por alumbrar sus matices o resaltar sus contradicciones.

El problema de la tierra es un problema que se presenta por sí solo, pero sobre el cual hay que poner una pátina de novedad, para desnaturalizar cualquier corriente de pensamiento, cualquier posicionamiento político que decrete la esterilidad del debate.

La hipótesis de esta ponencia es que, todo dispositivo de ocupación territorial -sus instituciones de origen, el diagrama de fuerzas que lo habitan, sus estrategias productivas- tiene su punto de procedencia en una guerra de ocupación colonial y, por lo tanto, despliega un horizonte sociopolítico conflictivo, cuya máxima expresión también es la guerra. Es decir, que todo dispositivo de ocupación territorial tiene un horizonte de violencias predecibles, es decir, todas aquellas violencias que se las puede descontar de la acción individual y que son violencias disposicionales.

El mayor éxito toda ocupación y distribución territorial es la naturalización de sus disposiciones, y la aceptación por esa vía de una configuración hegemónica del territorio.

¿Es la extranjerización el núcleo del problema de la tierra? No sólo diría que no, sino que redoblaría la apuesta y diría, “hay que extranjerizar la tierra mundial”. Hay que sacar la discusión del núcleo sagrado de la propiedad de la tierra. Hay que pensar en el ciudadano del mundo, aquel que cuando las tierras de sus ancestros se agoten no pueda emigrar a Marte. El problema es la concentración de la tierra, y no es un problema que se advierte sólo en la postrimería de los siglos, es un problema que se vislumbraba en el siglo XIX cuando se planteo la colonización de las tierras de los pueblos originarios desplazados.

La extranjerización de la tierra es un problema en ese horizonte de guerra que impone un dispositivo de ocupación territorial de raigambre colonial. Uno de los principales éxitos del discurso liberal de la propiedad privada es la difuminación en el imaginario social del momento de institución de estos modos de organización territorial. De modo tal que nuestra tarea como investigadores, pero también como militantes del problema de la tierra, es evidenciar esa institución, en su carácter profundamente inequitativo y desigualitario.

Pero el problema de la tierra en la zona cordillerana tiene otra singularidad y es que es zona de seguridad de frontera. Es decir que no sólo estamos ante el problema de concentración de la tierra, sino ante un claro problema de seguridad nacional derivado de la extranjerización de la misma. Algo que se advierte en la Argentina desde hace más de medio siglo, pero que las generaciones que nos precedieron no han sabido salvaguardar responsablemente.

Con el mismo espíritu de esta preocupación que tenemos hoy en día, en el año 1944 se sancionó el Decreto Ley 15.385, refrendado por diversas leyes de la democracia y que declaraba en su Artículo 4º (aún vigente por ley 23.544) “de conveniencia nacional que los bienes ubicados en la zona de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos..”.

Como todos sabemos una declaración de conveniencia es una declamación del deber ser, pero no una prescripción que obligue a la confección de procedimientos para concretarlo. Pero lo que es seguro, es que ante la venta de millones de hectáreas en zona de seguridad se estuvo haciendo lo que no conviene a la Nación y en esto no estamos descubriendo nada nuevo.

No se advierte un problema de seguridad hasta tanto no nos paramos frente a la emergencia misma del conflicto. Por ejemplo conflictos que se deriven del simple cumplimiento de la Ley. El mencionado Decreto Ley, en su Artículo 7º inciso d), aún vigente por Ley 23.544, determina que la autoridad de aplicación del control de las zonas de seguridad puede “Expropiar o gestionar la expropiación por otros organismos nacionales –en ambos casos mediante un decreto del Poder Ejecutivo- de los bienes que por hallarse dentro de las zonas de seguridad (...) deben ser expropiados conforme a la autorización de Artículo 4º...”

Sin ir más lejos el problema del acceso al Lago Escondido en El Bolsón, por estar rodeado éste por la propiedad del famoso multimillonario británico Joseph Lewis generó un conflicto que trascendió públicamente y que derivó en un fallo del Superior Tribunal de Justicia que obligó a abrir un camino alternativo. Recordemos que según la Constitución Provincial, “La Provincia tiene la propiedad originaria de los recursos naturales existentes en el territorio, su subsuelo, espacio aéreo y mar adyacente a sus costas, y la ejercita con las particularidades que establece para cada uno (...) Son de dominio del Estado las aguas públicas ubicadas en su jurisdicción, que tengan o adquieran aptitud para satisfacer usos de interés general...” (Art. 70º y 71º), y el Código Civil de la Nación prescribe que “Quedan comprendidos entre los bienes públicos (...) Los ríos, sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales y toda otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la medida de su interés y con sujeción a la reglamentación; (...) Los lagos navegables y sus lechos; (...) Las personas particulares tienen el uso y goce de los bienes públicos del Estado o de los Estados...” (Art. 2340º y Art. 2341º).

En este caso hablamos de un conflicto que surgió frente al cumplimiento mínimo de la norma, ¿qué sucedería si planteásemos el cumplimiento máximo, el respeto absoluto a lo que la norma conviene para el bien de la Nación?. Ni hablar de un futuro donde la situación límite del problema de la tierra obligue a discutir su distribución… la guerra colonial en su mayor expresión, ni siquiera sus derivas políticas. En estos casos el horizonte máximo de conflicto no es una protesta callejera sino que refiere a la posibilidad misma autodefensa de los latifundistas extranjeros que obtuvieron tierras en zonas estratégicas de seguridad y, todos sabemos que en muchos de sus países de procedencia la obtención de recursos naturales de distintas partes del mundo no está fundada en ninguna clase de lo que nosotros solemos llamar principio moral o respeto por el otro. Sino echemos un vistazo hacia las Islas Malvinas.

Es sabido que no sólo la cordillera es un punto estratégico dentro de las zonas de seguridad, la costa marítima también lo es y no está exenta del descontrol en la adquisición de tierras por parte de extranjeros. De hecho la pista de aterrizaje montada  a 20 Km. de la localidad de Sierra Grande, Provincia de Río Negro, a escasos metros del mar territorial , es acaso un símbolo de lo que puede ser un verdadero problema para las generaciones venideras. La diferencia entre una pista de aterrizaje y una base militar, es que en la segunda los usos de la pista han sido modificados. No es casual que en El Bolsón se haya querido trasladar el aeropuerto a la puerta de entrada de la estancia del magnate que según trascendidos sería también el propietario de la pista de Sierra Grande.

Tomando la referencia de la Ruta Nacional Nº 40 hacia la frontera, estamos frente a un radio que en El Bolsón no es sinónimo de Zona de Seguridad de Frontera, sino que es el cerco mismo de la estancia de un extranjero multimillonario. La Zona de Bariloche está medianamente a resguardo por el Parque Nacional Nahuel Huapi, demarcado en su extremo sur por el Río Villegas, pero al límite mismo de éste comienza una vasta Zona de Seguridad de frontera que está en la mira de capitales extranjeros y gran parte de ella en posesión de ellos.

Colonización y concentración
Si hacemos un poco de historia, nos encontramos con que, colonización, casi siempre tuvo contrapartida una concentración extranjerizante, de recursos estratégicos. No por nada la Ley Avellaneda –N°817- se llamó de “inmigración y colonización”. Esta ley ofrecía condiciones ventajosas a los interesados en la colonización. Sin embargo se dividieron los territorios nacionales en secciones de dieciséis leguas y éstas en lotes de cien hectáreas. No se logró como se esperaba la promoción de una gran corriente inmigratoria como la que necesitaba país, pues perseguía el único fin de poblar tierras fiscales dejando suficiente elasticidad para que la colonización se efectuará tanto vía estatal como por empresas privadas. Esto desembocó en la interferencia de intereses particulares que pronto hicieron fracasar las intenciones que, en la letra, perseguía la ley. Dos años después se dictó la primera ley nacional de tierras y colonias, agravando el panorama al favorecer el acaparamiento y la especulación en la compra y venta de tierra. Se autorizó la venta a una sola persona de lotes de hasta 80000 hectáreas, lo que produjo una concentración a veces de medidas de tierras en manos de un solo propietario. El 1878 se decretó la expedición al río negro y, como uno de los recursos para llevarla a cabo, se autorizó la venta de miles de leguas, que iban a ser confiscadas al indígena, a razón de 400 pesos cada una. Asimismo fueron recompensado con tierras, según categoría, los expedicionarios, personas que, por razones de su funciona y oficios, no eran la más indicada para trabajar y colonizar las inmensas haría que recibieron. Para remediar esta situación se sancionó en 1903 la ley número 4167 sobreventa y arrendamiento de tierras fiscales. Se estableció que los bloques agrícolas no podía pasar de cien hectáreas y los pastoriles de 2500, no pudiendo adquirir una persona más de dos de los primeros uno de los segundos. Además se fijó como condición indispensable para poseer tales lotes la obligación por parte del adquiriente de ocupar los con construcciones y otras mejoras. Una nueva era para de progreso económico se observa en el país a partir de la superación de la crisis que había sobrevenido en 1890 siendo la especulación en materia de tierras uno de sus factores desencadenantes. Los mercados extranjeros imponían una creciente demanda de productos agropecuarios y la agricultura y ganadería exigieron mejor aprovechamiento de nuevas obras. A fines del siglo XIX la política gubernamental se centró en la colonización.

En el valle superior del río negro, que era una sola abierta la esperanza, se impulsará entonces, para encauzar la colonización las vías férreas y las obras de riego. Se puede marcar distintos momentos en la ocupación y colonización de las tierras sureñas ganadas al indígena.

La tierra prometida para algunos, es la tierra despojada para otros, el nacimiento de una guerra, de una disposición territorial que no se basa en la equidad o en la igualdad, sino en la imposición de la fuerza y en la refundación del espacio, como originariamente propio.

Bibliografía
- Centro de Investigaciones Científicas de Río Negro. La colonización de Vicente Blasco Ibañez y el contingente valenciano en el Alto Valle de Río Negro. Formación de la Colonia Cervantes. Río Negro: Centro Provincial de Documentación e Información Educativa y Social, 1971.
- Fanon, Frantz. Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007.
- Foucault, Michell. Defender la sociedad: Curso en el College de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008.
                        - Seguridad, territorio y población: Curso en el College de France (1977-1978). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009.
- Gramsci, Antonio. La política y el Estado moderno. Barcelona: Planeta-Agostini, 1993.

- Jiménez Barca, Antonio. «La 'banlieue' sigue sentada en un polvorín.» El Pais, 4 de Junio de 2006.




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