Dispositivos de ocupación territorial: colonialidad, distribución y concentración de la tierra.
Resumen
Antonio
Gramsci se anticipó a la inversión del aforismo de Clausewitz desarrollado por
Michel Foucault al analizar el carácter belicoso de la política. Al hacerlo, el
autor italiano, advierte la lucha política como continuidad de las guerras
coloniales, donde el fin estratégico es la destrucción, al menos potencial, del
enemigo y la ocupación, aunque sea parcial, del territorio. En este marco se
analizan las disposiciones que se ponen en juego en la ocupación del territorio
en torno a esa matriz colonial; el papel que juega la distribución y la
concentración de la tierra; el ordenamiento territorial de las ciudades y de la
provincia en vectores de centro-periferia; el lugar de los pueblos ocupados y
excluidos; la figura del malón que se desplaza de la periferia al centro y el
papel del estado salvaguardando la impermeabilidad de los vectores de exclusión
y la consiguiente construcción de un relato histórico que difumina la violencia
contenida en esas distribuciones.
Se rescatan algunas escenas actuales en las
ciudades de Viedma y Bariloche, como dos extremos de la provincia donde se
perciben estas configuraciones territoriales. En la zona cordillerana, además,
se advierte un fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra en la
llamada “zona de seguridad de frontera”. El trabajo también rescata algunas
singularidades de los procesos colonizadores de principios de siglo XX en la
provincia de Río Negro, en cuanto a la distribución y organización de la
tierra.
Introducción
La presente ponencia intenta
desplegar un conjunto de articulaciones conceptuales para analizar una posible
relación existente entre la distribución del territorio y las conflictividades
prevalecientes. Por consiguiente se parte de la hipótesis de que existe una
matriz colonial en la distribución de la tierra que, además, pervive en los discursos
liberales y en el discurso jurídico dominante.
Todo este conjunto
discursivo, sumado a las formas y estrategias de distribución del territorio es
lo que denomino “dispositivo de ocupación territorial”, siguiendo la noción
foucaultiana de dispositivo y de espacio.
Uno de los objetivos de explicitar
la matriz colonial de los dispositivos de ocupación territorial es poner en
cuestión el fundamento de los “derechos adquiridos”, en cuanto a la ocupación
de la tierra, develando su procedencia, no como de un derecho natural sino como resultado de una guerra de ocupación
territorial. En este sentido es posible hacer confluir diversos autores, como
Gramsci, Fanon, Foucault, que dan cuenta del carácter belicoso de las
disposiciones geopolíticas.
Hablar en términos de
dispositivos permite, por un lado, explorar el conjunto heterogéneo de elementos que los componen, su procedencia, su
génesis; y, por otro, indagar en las mutaciones de estos a partir de las
transformaciones en las funciones estratégicas de los dispositivos en cuestión.
En el caso de los
dispositivos de ocupación territorial encontramos una singularidad fuerte que
es, precisamente, su escasa capacidad de mutación en lo que es la distribución/configuración
de los espacios una vez que estas disposiciones ya están establecidas. En forma figural se podría ejemplificar: no es lo mismo modificar un código de procedimientos
legales, tarea difícil por cierto, que modificar una ciudad. Ya lo decía
Descartes, es más fácil tirar abajo una vieja ciudad y volverla a construir
antes que andar arreglándola.
En nuestras ciudades lo
que permanece inmutable, fundamentalmente son los vectores de centro periferia
con una circulación intencionalmente obstruida entre dichos vectores. Por consiguiente tenemos una conflictividad
que prevalece ¿puede no prevalecer la conflictividad? ¿Qué entendemos por
conflictividad? En este punto se entiende por conflicto, al conflicto
patológico, al conflicto que reincide, en términos freudeanos podríamos decir,
a las irrupciones que marcan el “retorno de lo reprimido”. Algo que está
ciertamente muy bien descripto en los Condenados de la Tierra de Fanon, cuando
refiere a ese “Mundo en compartimientos”, donde las marcas de la violencia
están presentes en las geografías, en los cuerpos, en los discursos, e incluso
en el discurso de la no-violencia, que
tanto se asemeja a la violencia conservadora de nuestro discurso jurídico.
Antonio Gramsci se
anticipó a la inversión del aforismo de Clausewitz desarrollado por Michel
Foucault al analizar el carácter belicoso de la política. Al hacerlo, el autor
italiano, advierte la lucha política como continuidad de las guerras
coloniales, donde el fin estratégico es la destrucción, al menos potencial, del
enemigo y la ocupación, aunque sea parcial, del territorio. En este marco sería
interesante analizar las disposiciones que se ponen en juego en la ocupación
del territorio en torno a esa matriz colonial; el papel que juega la
distribución y la concentración de la tierra; el ordenamiento territorial de
las ciudades y de la provincia en vectores de centro-periferia; el lugar de los
pueblos ocupados y excluidos; la figura del malón que se desplaza de la
periferia al centro y el papel del estado salvaguardando la impermeabilidad de
los vectores de exclusión y la consiguiente construcción de un relato histórico (Foucault: 2008) que difumina la violencia contenida en esas distribuciones.
A continuación, a modo de
introducirnos en la problemática de la ocupación territorial, se presentarán
algunas micro-escenas actuales en las ciudades de Viedma y Bariloche, como dos
extremos de la provincia donde se perciben estas configuraciones territoriales.
En la zona cordillerana, además, se advierte un fenómeno de concentración y
extranjerización de la tierra en la llamada “zona de seguridad de frontera”,
que aporta datos, no sólo de la procedencia, sino del horizonte de
desenvolvimiento belicoso que tienen estos disposiciones de ocupación del
territorio.
Micro-escenas de la
ocupación territorial
Escena 1. Aparthei y castillos inflables para los pobres
Cuando la policía de Rio
Negro asesinó a Diego Bonefoi, un joven en conflicto con la ley, perteneciente
a una familia en conflicto con la ley y a unos monoblock en conflicto con la
ley, el gobierno de la provincia de Río Negro dispuso el desplazamiento de 300
policías para asegurarse que “los negros” no bajen a la ciudad turística. “La
policía es agredida y se defiende” dijo el ministro del gobierno rionegrino en
un argumento calcado al ministro del Interior de Zarkozi, en un episodio
similar en la banlieue de una ciudad
francesa, donde la policía también asesina a los ciudadanos subalternos. El
resultado fue momentáneamente contrario al que esperaban, los negros estallaron
en el centro de la ciudad. La correpi había denunciado en el 2006 que en “la
suiza argentina” funcionaba una suerte de Apartheid. Efectivamente, el derecho
a la ciudad no es un derecho con el que cuentan los “ciudadanos de baja
intensidad” (O’Donnell, Guillermo) de la periferia barilochense. Los casos de
violencia se repitieron en los meses subsiguientes en el centro de la ciudad.
Como si la “desterritorialización del indio” irrumpiera como el curso de un río
que vuelve a su cauce natural dejando estragos en el camino. En los albores de
la campaña electoral asistimos a un cuadro tragicómico de este apartheid. En un
terruño desierto, un ministro montó una colonia de vacaciones para los niños
del alto de Bariloche, con cuatro piletas “pelopincho” de lona. Cuando el
ministro visitaba la colonia, y con él la prensa, se contrataban castillos
inflables para adornar el lugar. La vianda era una manzana y a veces un pan sin
aderezos. Indudablemente el gobierno pretendía pagar la deuda con el alto de
Bariloche, pero en esa forma de pago estaba implícita la perpetuidad de la
estrategia de exclusión. La exclusión siempre tiene un medio para deplazarse,
un territorio que obra como su soporte material. Cuatro pelopinchos a veinte
cuadras de uno de los lagos más imponentes de la Patagonia.
Escena 2. Tomas de tierra y especulación inmobiliaria
En tres años se construyó
un lujoso barrio residencial en la entrada de la ciudad de Viedma, el mismo
tiempo que tardaron en propagarse por los márgenes y las lejanías las
consabidas “tomas de tierra” por parte de ciudadanos despojados de un derecho
esquivo como el de tierra y vivienda. Algunas de las tomas de tierra en la
ciudad de Viedma, como la fallida del barrio República del Santa Clara, ni
siquiera son consumadas por familias indigentes o desocupadas, sino justamente
por personas a las que su salario no permite, sin embargo, poder proyectar su
propia vivienda. Esto se debe a la especulación inmobiliaria, cuyos
antecedentes son más viejos que el estado argentino, que no sólo impacta en el
precio de la propiedad, sino también en el de los alquileres. En la ciudad de
Viedma el mercado de alquileres se regula en función de la oferta y demanda,
pero el piso de la demanda lo pone el Estado, alquilando inmuebles a altos
precios. Las
tomas de tierra avanzan en toda la provincia, por lo general en lugares
desiertos y alejados, salvo en Bariloche y el Bolsón, que tienen un déficit de
aridez.
Escena 3. Concentración y extranjerización en la distribución
del territorio
En el paraje el Manso,
ubicado en el departamento de Bariloche, a unos cincuenta kilómetros de El
Bolsón una familia de pobladores del lugar no tiene dinero para ponerle
combustible a la motosierra, tampoco cuentan con ingresos fijos y la vida en la
cordillera se hace por demás difícil. El único bien con el que cuentan,
paradójicamente a su situación de ingresos, es la posesión de cuatro mil
hectáreas donde sobreabundan recursos naturales, agua y bosque nativo. Entonces
la solución a ese pasar relegado será vender la mitad de las hectáreas, es
decir un campo de 2000 hectáreas que sólo un multimillonario podrá adquirir a
un precio por hectárea que por lo general ningún rionegrino puede comprar
siquiera un terreno. El primer comprador interesado fue “un
vecino”-parafraseando al intendente de un municipio cercano-, el latifundista
británico que ya tiene comprada la mitad de El Bolsón, que sin embargo no
estuvo dispuesto a pagar los $11.400 por hectárea de bosque nativo, que le
ofrecía esta familia de viejos pobladores. Esto es sólo un ejemplo ilustrativo
de una tendencia que no tiene límites. En la zona cordillerana se venden de a
grandes extensiones de tierra que en términos de una proyección a futuro es
imposible ponerle precio. No tienen precio, son un patrimonio de los
rionegrinos, de los argentinos y, sobre todo, de la humanidad… pero cuando la
humanidad decida que hay que repartir nuevamente la torta, el testaferro de
este multimillonario defenderá su porción si fuera necesario con “con el
winchester y hasta con la sangre”.
El medio. Guerra y mundo en compartimientos
El punto que nos interesa
es el horizonte de guerra que está presente en toda formación sociopolítica, y
el punto que nos ocupa en esta ponencia es como en la misma configuración
espacial y territorial está presente ese horizonte belicoso, de violencias,
conflictos y enfrentamientos.
Foucault da algunas pistas
para analizar la configuración espacial donde se despliegan las formaciones
sociales, a través de aspectos singulares de la soberanía, la disciplina y los
dispositivos de seguridad en relación al espacio. Sería infructuoso forzar un
análisis a esos elementos, sin embargo resultan atractivos para un análisis
inicial de la diagramación del espacio.
La soberanía, está relacionada
a la configuración espacial que se da en virtud de garantizar la permanencia
del poder soberano, y como tal se ejerce en los límites, al interior de un
territorio. La eficacia política de la soberanía está ligada a una buena
disposición espacial que viabilice la obediencia al soberano, frente a una
intensificación circular de ideas, voluntades, órdenes y mercancías. Foucault
plantea que la soberanía capitaliza un territorio, en el sentido de que se
ocupa del problema de la sede del gobierno, de la capital y en torno a la cual
se organizará el resto del territorio. Utiliza la metáfora arquitectónica del
edificio, de Alexandre Le Maître, que cuenta con tres espacios diferenciados,
donde cada una es pensado análogamente a una ubicación territorial, 1°) cimientos:
los campesinos (en el campo); 2°) Las partes comunes, las partes del servicio:
los artesanos (en las pequeñas ciudades); 3°) Las partes nobles: los
funcionarios y artesanos del soberano y el soberano (en la capital). Este
esquema rudimental plantea la organización primaria del territorio en función
de garantizar el poder soberano, estableciendo la relación entre la capital
–lugar central que debe ser, además, estética, simbólica, moral y
económicamente ejemplificador- y el resto del territorio. La soberanía afecta a
los individuos como un conjunto de sujetos de derecho al interior de un
territorio, capaces de acciones voluntarias.
La disciplina arquitectura
un territorio y se plantea el problema esencial de una distribución jerárquica.
El espacio donde opera la disciplina es el cuerpo de los individuos. Afecta a
los individuos como una multiplicidad de organismos, de cuerpos susceptibles de
imposiciones y ubicaciones. “El individuo no es el dato primordial sobre el
cual se ejerce la disciplina”, sólo “hay disciplina donde hay multiplicidad…”
el objetivo de la disciplina surge a partir de esa multiplicidad, es por lo
tanto un modo de individualización de las multiplicidades. La disciplina ejerce
como la constitución de un espacio vacío y cerrado, sin relación con el resto
del territorio, en cuyo interior se construyen multiplicidades artificiales
según el triple principio de la jerarquización, la comunicación exacta de las
relaciones de poder y los efectos funcionales específicos de esa distribución
(espacio comercial, habitacional, etc.). “La buena forma es el soporte del
ejercicio de la función”. Entre las funciones que debía cumplir la
configuración de las ciudades estaba la de higiene, ventilación, comercio, y
también la de permitir la vigilancia, ante la inseguridad derivada de las
poblaciones flotantes, no previstas en la multiplicidad artificial y que nos
lleva al análisis de la relación entre el espacio y los dispositivos de
seguridad.
El espacio sobre el cual
operan los dispositivos de seguridad es la población, “multiplicidad de
individuos que están y existen profunda, esencial y biológicamente ligados a la
materialidad dentro de la cual existen”. La seguridad acondiciona el medio a
una serie de acontecimientos o de series de acontecimientos posibles. Remite a
lo temporal, a lo aleatorio, una temporalidad y una aleatoriedad inscripta en
un espacio dado. El espacio donde se despliegan esos elementos aleatorios es el
medio, que remite a “lo necesario para explicar la distancia de un cuerpo sobre
otro”, al “soporte y elemento de circulación de la acción”. La noción de medio
pone en cuestión el problema de la circulación y la causalidad, apunta a la
circulación de causas y efectos. “El medio es una cantidad de efectos masivos
que afectan a quienes residen en él”.
Dentro de los problemas
técnicos de la ciudad a los que responden los dispositivos de seguridad, Foucault
ve como fundamental la irrupción de la naturalidad de la especie humana dentro
de un medio artificial y dentro de la artificialidad política de una relación
de poder. El problema de la natalidad, seguido por la escasez, la enfermedad, son
fundamentales para una noción de medio
histórico natural, como blanco de la intervención de poder, diferente a la
noción jurídica de soberanía y del espacio disciplinario.
Pero en el caso particular
que nos interesa, de la provincia de Río Negro, que bien se puede aplicar a
todo el país, para pensar en un medio histórico natural será provechoso ver
como se actualizan los efectos devenidos de las guerras coloniales y de
ocupación del territorio.
Sí para Foucault la noción
de función estratégica, o función principal es fundamental para entender la
singularidad un dispositivo, entonces la forma, en este caso de distribución
espacial, como soporte del ejercicio de la función, no tiene un lugar menor. De
esta manera es interesante abordar las formas en que se distribución un
territorio, y las distintas tensiones de fuerza que circulan en él. Para
Foucault el medio es lo necesario para explicar la acción a distancia de un
cuerpo sobre otro, se trata del soporte y elemento de circulación de una
acción. “los dispositivos de seguridad trabajan, fabrican, organizan,
acondicionan un medio aun antes de que la noción [de medio] se les ha
constituido y aislado (…) el medio es una cantidad de efectos masivos que
afectan a quienes residen en él. Es un elemento en cuyo interior se produce un
cierre circular de los efectos y las causas, porque lo que es efecto de un lado
se convertirá en causa del otro. El soberano sí quiere modificar la especie
humana tendrá que actuar sobre el medio, aparece “un proyecto, una técnica
política que se dirigía al medio”.
La noción de medio es
importante en tanto es la configuración primaria de toda organización
sociopolítica. Pero no sólo eso, si Foucault hace referencia a esta causalidad
reciproca, o como diría Deleuze, causa inmanente, en tanto causa que se
actualiza en su efecto, tenemos que las causas de la ocupación territorial son
las que se actualizan con mayor lentitud. O dicho de otra forma, que las
disposiciones de ocupación territorial tienen una escasa capacidad de mutación.
De hecho mientras que en ciertos aspectos elementales los dispositivos de
gobierno mutan hacia estrategias inclusivas, los dispositivos de ocupación y
distribución territorial se mantienen en estrategias de exclusión.
Todo dispositivo de
ocupación territorial se basa en un acto de exclusión en tanto está fundado,
hablemos en términos de Gramsci, en una guerra colonial, donde el fin
estratégico es la ocupación del territorio y la aniquilación potencial del
enemigo, es decir de su capacidad de combatir. “La lucha política es
enormemente más compleja; en cierto sentido, se puede comparar con las guerras
coloniales o con las viejas guerras de conquista, es decir con las guerras en
que el ejército victorioso, ocupa o se propone a ocupar establemente todo el
territorio conquistado o una parte de éste. El ejército vencido es, entonces,
desarmado y dispersado, pero la lucha continúa en el terreno político…”.
Esta configuración
belicosa está presente en toda distribución territorial, sus fundamentos
exclusivos tienen un componente de violencia presente y latente. Las ciudades
divididas en vectores diferenciados son una herencia indudable de la matriz
colonial. La colonia aparece como parte de un cálculo en la economía del poder,
donde la aniquilación del pueblo invadido resulta en un imposible, entonces
ésta deberá operar como un eslabón entre el pueblo invadido y el Estado
invasor. Ese ideal de la colonia como eslabón está presente en Maquiavelo,
previo al descubrimiento de América. En éste también implica la aniquilación
parcial del otro, la intervención sobre el medio y la distribución estratégica
del territorio.
Si de lecturas de la
cuestión del medio y de la diagramación territorial se trata, podríamos
incorporar la noción de mundo
compartimentado de Frantz Fanon, presidido en su constitución por la
violencia; mundo maniqueo donde el espacio del colonizado está limitado física
y psíquicamente por el colono. “Dislocar el mundo colonial no significa que
después de la abolición de las fronteras se arreglará la comunicación entre las
zonas”. Las formas de sujeción prevalecen y la organización del territorio
marca una territorialidad que excede la cuestión de la tierra y sus límites
geográficos, desplegándose en el ordenamiento jurídico, en la represión
policial institucional y manifestándose en las identidades sociales, atrapadas
en el “territorio”.
Tal cual lo plantea Fanon
en la obra citada, paradójicamente este “mundo en compartimentos”, en cuyo
origen se despliega toda la violencia colonial, que luego deja de ser rentable,
se sustenta en una “política de la inamovilidad” que se nutre del discurso de
la “no-violencia”.
La descolonización es un
claro ejemplo de nuestra hipótesis, puesto que se advierten mutaciones en el
dispositivo de dominación política, pero las territorialidades permanecen,
acaso ocultas. Dice Fanon: “El contexto colonial, hemos dicho, se caracteriza
por la dicotomía que inflige al mundo. La descolonización unifica ese mundo,
quitándole por una decisión radical su heterogeneidad, unificándolo sobre la
base de la nación, a veces la raza” (Pág 40).
El problema de la concentración
Al plantear que los
dispositivos de ocupación territorial tienen una escasa mutación en cuanto a la
configuración de vectores de exclusión, eso explica que los mayores obstáculos
en cuanto a las transformaciones políticas, en lo que respecta a la
transformación de los digestos jurídicos normativos y de las acciones
concretas, justamente se den en todo lo que respecta a las disposiciones que
afectan a la distribución de la tierra.
Tal es así que el debate
en torno al problema de la tierra en el último año se derivó hacia el problema
de la extranjerización, en buena hora, dejando de lado el problema central que
es el de la concentración de la tierra.
La concentración de la
tierra engloba dos estrategias fundamentales de los dispositivos de ocupación
territorial. Por un lado, configura las zonas que no pueden ser ocupadas y por
otro lado eleva el valor general de la tierra al reducir la capacidad de oferta
de la misma.
A nivel provincial la
excusa para no modificar la legislación sobre la concentración, al menos
poniendo impuestos a la concentración, se centra en que la Constitución
Nacional confiere las atribuciones de regular el comercio interior al Congreso
de la Nación.
El resultado de esta
inmutabilidad en las estrategias de ocupación territorial tiene como
contrapartida las “tomas de tierra” que son asimiladas como acciones ilegales y
violentas que ponen en jaque los fundamentos de la vida comunitaria. Pero
cuando una parte de la comunidad pone el grito en el cielo por la concentración
de tierras, (una tierra que además no tiene precio, sobre todo en el caso de
las tierras en zona cordillerana), la respuesta a ese grito reivindicativo es
que con la concentración nada se puede hacer, que se tocan derechos
constitucionales, derecho a la propiedad, al comercio, etc. Todos los peros
históricos que hacen de cualquier reforma agraria un tema tabú que no puede ser
profanado en pro de una auto interpelación por los problemas del ciudadano del
futuro.
¿Existe algo que no se
haya dicho en torno a la distribución de la tierra? La respuesta es que no, que
todo se ha dicho sobre la tierra, que hace un manojo de siglos, de guerras, de
campañas de colonización el problema de la tierra ha emergido sin grandes
esfuerzos académicos por alumbrar sus matices o resaltar sus contradicciones.
El problema de la tierra
es un problema que se presenta por sí solo, pero sobre el cual hay que poner
una pátina de novedad, para desnaturalizar cualquier corriente de pensamiento,
cualquier posicionamiento político que decrete la esterilidad del debate.
La hipótesis de esta
ponencia es que, todo dispositivo de ocupación territorial -sus instituciones
de origen, el diagrama de fuerzas que lo habitan, sus estrategias productivas- tiene
su punto de procedencia en una guerra de ocupación colonial y, por lo tanto,
despliega un horizonte sociopolítico conflictivo, cuya máxima expresión también
es la guerra. Es decir, que todo dispositivo de ocupación territorial tiene un
horizonte de violencias predecibles, es decir, todas aquellas violencias que se
las puede descontar de la acción individual y que son violencias
disposicionales.
El mayor éxito toda
ocupación y distribución territorial es la naturalización de sus disposiciones,
y la aceptación por esa vía de una configuración hegemónica del territorio.
¿Es la extranjerización el
núcleo del problema de la tierra? No sólo diría que no, sino que redoblaría la
apuesta y diría, “hay que extranjerizar la tierra mundial”. Hay que sacar la
discusión del núcleo sagrado de la propiedad de la tierra. Hay que pensar en el
ciudadano del mundo, aquel que cuando las tierras de sus ancestros se agoten no
pueda emigrar a Marte. El problema es la concentración de la tierra, y no es un
problema que se advierte sólo en la postrimería de los siglos, es un problema
que se vislumbraba en el siglo XIX cuando se planteo la colonización de las
tierras de los pueblos originarios desplazados.
La extranjerización de la
tierra es un problema en ese horizonte de guerra que impone un dispositivo de
ocupación territorial de raigambre colonial. Uno de los principales éxitos del
discurso liberal de la propiedad privada es la difuminación en el imaginario
social del momento de institución de estos modos de organización territorial.
De modo tal que nuestra tarea como investigadores, pero también como militantes
del problema de la tierra, es evidenciar esa institución, en su carácter
profundamente inequitativo y desigualitario.
Pero el problema de la
tierra en la zona cordillerana tiene otra singularidad y es que es zona de
seguridad de frontera. Es decir que no sólo estamos ante el problema de
concentración de la tierra, sino ante un claro problema de seguridad nacional
derivado de la extranjerización de la misma. Algo que se advierte en la
Argentina desde hace más de medio siglo, pero que las generaciones que nos
precedieron no han sabido salvaguardar responsablemente.
Con el mismo espíritu de
esta preocupación que tenemos hoy en día, en el año 1944 se sancionó el Decreto
Ley 15.385, refrendado por diversas leyes de la democracia y que declaraba en
su Artículo 4º (aún vigente por ley 23.544) “de conveniencia nacional que los
bienes ubicados en la zona de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos
nativos..”.
Como todos sabemos una
declaración de conveniencia es una declamación del deber ser, pero no una
prescripción que obligue a la confección de procedimientos para concretarlo.
Pero lo que es seguro, es que ante la venta de millones de hectáreas en zona de
seguridad se estuvo haciendo lo que no conviene a la Nación y en esto no
estamos descubriendo nada nuevo.
No se advierte un problema
de seguridad hasta tanto no nos paramos frente a la emergencia misma del
conflicto. Por ejemplo conflictos que se deriven del simple cumplimiento de la
Ley. El mencionado Decreto Ley, en su Artículo 7º inciso d), aún vigente por
Ley 23.544, determina que la autoridad de aplicación del control de las zonas
de seguridad puede “Expropiar o gestionar la expropiación por otros organismos
nacionales –en ambos casos mediante un decreto del Poder Ejecutivo- de los
bienes que por hallarse dentro de las zonas de seguridad (...) deben ser
expropiados conforme a la autorización de Artículo 4º...”
Sin ir más lejos el
problema del acceso al Lago Escondido en El Bolsón, por estar rodeado éste por
la propiedad del famoso multimillonario británico Joseph Lewis generó un
conflicto que trascendió públicamente y que derivó en un fallo del Superior
Tribunal de Justicia que obligó a abrir un camino alternativo. Recordemos que
según la Constitución Provincial, “La Provincia tiene la propiedad originaria
de los recursos naturales existentes en el territorio, su subsuelo, espacio
aéreo y mar adyacente a sus costas, y la ejercita con las particularidades que
establece para cada uno (...) Son de dominio del Estado las aguas públicas
ubicadas en su jurisdicción, que tengan o adquieran aptitud para satisfacer
usos de interés general...” (Art. 70º y 71º), y el Código Civil de la Nación
prescribe que “Quedan comprendidos entre los bienes públicos (...) Los ríos,
sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales y toda otra agua
que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés general,
comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio regular del
derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas en la
medida de su interés y con sujeción a la reglamentación; (...) Los lagos navegables
y sus lechos; (...) Las personas particulares tienen el uso y goce de los
bienes públicos del Estado o de los Estados...” (Art. 2340º y Art. 2341º).
En este caso hablamos de
un conflicto que surgió frente al cumplimiento mínimo de la norma, ¿qué sucedería
si planteásemos el cumplimiento máximo, el respeto absoluto a lo que la norma
conviene para el bien de la Nación?. Ni hablar de un futuro donde la situación límite
del problema de la tierra obligue a discutir su distribución… la guerra
colonial en su mayor expresión, ni siquiera sus derivas políticas. En estos
casos el horizonte máximo de conflicto no es una protesta callejera sino que
refiere a la posibilidad misma autodefensa de los latifundistas extranjeros que
obtuvieron tierras en zonas estratégicas de seguridad y, todos sabemos que en
muchos de sus países de procedencia la obtención de recursos naturales de
distintas partes del mundo no está fundada en ninguna clase de lo que nosotros
solemos llamar principio moral o respeto por el otro. Sino echemos un vistazo
hacia las Islas Malvinas.
Es sabido que no sólo la
cordillera es un punto estratégico dentro de las zonas de seguridad, la costa
marítima también lo es y no está exenta del descontrol en la adquisición de
tierras por parte de extranjeros. De hecho la pista de aterrizaje montada a 20 Km. de la localidad de Sierra Grande,
Provincia de Río Negro, a escasos metros del mar territorial , es acaso un
símbolo de lo que puede ser un verdadero problema para las generaciones
venideras. La diferencia entre una pista de aterrizaje y una base militar, es
que en la segunda los usos de la pista han sido modificados. No es casual que
en El Bolsón se haya querido trasladar el aeropuerto a la puerta de entrada de
la estancia del magnate que según trascendidos sería también el propietario de
la pista de Sierra Grande.
Tomando la referencia de
la Ruta Nacional Nº 40 hacia la frontera, estamos frente a un radio que en El
Bolsón no es sinónimo de Zona de Seguridad de Frontera, sino que es el cerco
mismo de la estancia de un extranjero multimillonario. La Zona de Bariloche
está medianamente a resguardo por el Parque Nacional Nahuel Huapi, demarcado en
su extremo sur por el Río Villegas, pero al límite mismo de éste comienza una vasta
Zona de Seguridad de frontera que está en la mira de capitales extranjeros y
gran parte de ella en posesión de ellos.
Colonización y
concentración
Si hacemos un poco de
historia, nos encontramos con que, colonización, casi siempre tuvo
contrapartida una concentración extranjerizante, de recursos estratégicos. No
por nada la Ley Avellaneda –N°817- se llamó de “inmigración y colonización”.
Esta ley ofrecía condiciones ventajosas a los interesados en la colonización.
Sin embargo se dividieron los territorios nacionales en secciones de dieciséis
leguas y éstas en lotes de cien hectáreas. No se logró como se esperaba la
promoción de una gran corriente inmigratoria como la que necesitaba país, pues
perseguía el único fin de poblar tierras fiscales dejando suficiente
elasticidad para que la colonización se efectuará tanto vía estatal como por
empresas privadas. Esto desembocó en la interferencia de intereses particulares
que pronto hicieron fracasar las intenciones que, en la letra, perseguía la ley.
Dos años después se dictó la primera ley nacional de tierras y colonias,
agravando el panorama al favorecer el acaparamiento y la especulación en la
compra y venta de tierra. Se autorizó la venta a una sola persona de lotes de
hasta 80000 hectáreas, lo que produjo una concentración a veces de medidas de
tierras en manos de un solo propietario. El 1878 se decretó la expedición al
río negro y, como uno de los recursos para llevarla a cabo, se autorizó la
venta de miles de leguas, que iban a ser confiscadas al indígena, a razón de
400 pesos cada una. Asimismo fueron recompensado con tierras, según categoría,
los expedicionarios, personas que, por razones de su funciona y oficios, no eran
la más indicada para trabajar y colonizar las inmensas haría que recibieron.
Para remediar esta situación se sancionó en 1903 la ley número 4167 sobreventa
y arrendamiento de tierras fiscales. Se estableció que los bloques agrícolas no
podía pasar de cien hectáreas y los pastoriles de 2500, no pudiendo adquirir
una persona más de dos de los primeros uno de los segundos. Además se fijó como
condición indispensable para poseer tales lotes la obligación por parte del
adquiriente de ocupar los con construcciones y otras mejoras. Una nueva era
para de progreso económico se observa en el país a partir de la superación de
la crisis que había sobrevenido en 1890 siendo la especulación en materia de
tierras uno de sus factores desencadenantes. Los mercados extranjeros imponían
una creciente demanda de productos agropecuarios y la agricultura y ganadería
exigieron mejor aprovechamiento de nuevas obras. A fines del siglo XIX la
política gubernamental se centró en la colonización.
En el valle superior del
río negro, que era una sola abierta la esperanza, se impulsará entonces, para
encauzar la colonización las vías férreas y las obras de riego. Se puede marcar
distintos momentos en la ocupación y colonización de las tierras sureñas
ganadas al indígena.
La tierra prometida para
algunos, es la tierra despojada para otros, el nacimiento de una guerra, de una
disposición territorial que no se basa en la equidad o en la igualdad, sino en
la imposición de la fuerza y en la refundación del espacio, como
originariamente propio.
Bibliografía
- Centro de Investigaciones Científicas de Río Negro. La colonización de Vicente Blasco
Ibañez y el contingente valenciano en el Alto Valle de Río Negro. Formación de
la Colonia Cervantes. Río Negro: Centro Provincial de Documentación e
Información Educativa y Social, 1971.
- Fanon, Frantz. Los condenados de la tierra. Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007.
- Foucault, Michell. Defender la sociedad: Curso en el
College de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2008.
- Seguridad, territorio y población:
Curso en el College de France (1977-1978). Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2009.
- Gramsci, Antonio. La política y el Estado moderno. Barcelona:
Planeta-Agostini, 1993.
- Jiménez Barca, Antonio. «La
'banlieue' sigue sentada en un polvorín.» El Pais, 4 de Junio de 2006.
Comentarios