Viedma
Notas
sobre “Viedma”, la novela de Gonzalo Álvarez Guerrero.
“Muchos hay que sólo esta vez en la vida pasan por aquel morir y renacer
que es nuestro destino, sólo esta vez, cuando lo que hemos llegado a amar
quiere abandonarnos y sentimos de repente en nosotros la soledad y el frío
mortal de los espacios infinitos. Y hay también muchos que embarrancan para
siempre en estos escollos y permanecen toda su vida dolorosamente adheridos a
un pasado sin retorno, al sueño del paraíso perdido, el peor y más asesino de
los sueños”.
Demian. Herman Hesse
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El
segundo libro que leí de Álvarez Guerrero lo compré porque ya conocía la pluma
y porque transcurría en la querida ciudad de Viedma. Así a secas se llama la
novela: “Viedma”.
La
novela nos atrapa por partida doble: por un lado su escena local e histórica,
donde nos vemos familiarizados con sus calles, con sus puntos de encuentro, con
eventos guardados por una generación, -la visita olvidada de Sumo-, con ciertos
personajes que nos emociona verlos inmortalizados –el negro Livigni-, todo esto
enmarcado en el proyecto faraónico alfonsinista del traslado de la capital y la
fundación de la Segunda República. Y por otro lado, los temas universales que
aborda: el erotismo, descripto de modo tal que deja una impresión efectiva de
la energía libidinal en plena ebullición, creativa y mortal; la orfandad
potencial y los ideales imposibles como escapatoria a esa condición; la necesidad
de abrirse paso en un mundo donde la soledad se engaña y se retroalimenta en la
compañía de los otros; los miedos, los celos; las experiencias que hacen de un
individuo un sujeto; la vacuidad de la trascendencia humana –recostada desnuda en
un hotel de Madrid- y la necesidad siempre latente de volver al lugar de los
amores perdidos.
Poco
importa la fidelidad histórica de la novela, pues ¿qué es la historia sino una
ficción más o menos consensuada? Importa el prisma, la colección de elementos
que le devuelven humanidad a los lugares
de poder, algo muy propio del género biográfico en todas sus variantes.
Gonzalo
y Alfonsín, se cruzan, se saludan y comparten mecanismos subjetivos. Alfonsín
asume el reto histórico de sostener la ilusión de la democracia. Está solo,
sabe que el fracaso de su gobierno será atribuido únicamente a su accionar; la
sociedad que lo abrazó, que lo contuvo, que lo eligió está convaleciente, ya no
estará; los sectores de poder que parecían acompañarlo se alejan; el proyecto
de Viedma capital de la República es lo único que le da un sentido a lo que
hace, lo enamora, lo desvela, usa su tiempo de una manera irracional. La Viedma
de Gonzalo es Catalina, su proyecto imposible, por ella se desvela, se inserta
en su nueva ciudad, cubre la ausencia de su padre gobernador y sobrelleva la
enfermedad de su madre.
Para
otros analistas (lugar común de la metáfora psi), Catalina le da el golpe de
gracia a la madre de Gonzalo, ayuda a matarla, en línea paralela al quiebre del
vínculo entre Alfonsín, la sociedad que lo eligió y el ideal de la democracia. Así
como la madre de Gonzalo se muere luego de enterarse que Catalina lo abandona,
el gobierno de Alfonsín termina su mandato cuando el Proyecto Patagonia pierde
toda posibilidad de ser realizado.
Poco
importa la fidelidad histórica de la novela, los planos de la nueva ciudad, los
rasgos de Catalina, lo único invariante son los mecanismos subjetivos vividos,
es lo único de lo que no se tiene retorno. Viedma finalmente no fue la ciudad
soñada por Alfonsín cuando necesitaba seguir soñando, pero devino en una
pequeña y hermosa ciudad recostada sobre la rivera. Tuvo su segunda
oportunidad…
Gonzalo
en su búsqueda, y en su fuga, deviene en el Sinclair del río Negro, Andy su
amigo de la infancia barilochense, siguiendo con el juego de analogías, encarna
una especie de Demian, el alterego que termina internado. Los hermanos Lousteau
son el Franz Kromer de este relato, representando el miedo ilusoriamente
vencido en un acto de venganza.
La
autobiografía asume un riesgo mayor cuando se le incorpora un componente de
ficción, porque lo que ésta pretende ocultar a través de su pátina narrativa,
lo que decide olvidar y excluir, deja expuesto al autor ante las personas
representadas en esos personajes, las cuales encontrarán en cada rincón de la
novela gestos y detalles que los remitirá a su propia verdad histórica.
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